
Hace poco llego a mis manos este extraordinario film del actor y director Sean Penn, que recrea una impactante historia real. El guión escrito por el propio Penn está basado en el libro de Jon Krakauer "Into the Wild", y supone la cuarta película de Penn como director, tras "Extraño vínculo de sangre", "Cruzando la oscuridad" y "El juramento". El premiado actor elige en este caso una aventura de superación, búsqueda, perdón y redención, Penn se aleja asimismo de sus películas más fatalistas, porque, aunque no abandona del todo el territorio de la tragedia y su particular visión desgarrada de la existencia, recarga el film de toneladas de esperanza en el ser humano.
El resultado es un film inolvidable, emotivo, triste y alegre, tan bello como implacable. Pero aún con tan excelente material, seguramente el resultado habría sido inferior sin la ayuda de los actores, desde la adolescente Kristen Stewart ("Crepúsculo") , Catherine Keener ("Virgen a los 40") o la colosal actuación del veterano Hal Holbrook ("La batalla de Midway"), pasando claro está por el joven protagonista Emile Hirsch ( "La vecina de al lado", "Alpha Dog"). Y si el reparto es bueno, la dirección de actores por parte de Sean Penn es perfecta.
Cuando contaba con veintidós años Christopher McCandless se graduó con honores de la universidad y, en contra de cualquier previsión de futuro, decidió hacer algo inaudito. Dejó de lado su carrera de derecho, donó todo su dinero ahorrado (24 mil dólares) a la caridad, y emprendió un camino en solitario hacia las inmediaciones del monte McKinley, en Alaska, con el objetivo, lleno de idealismo, de encontrar el sentido y la verdad de la existencia. Durante los dos años que duró su experiencia recorrió variadísimos lugares y conoció a multitud de personas.
Nos encontramos ante un viaje espiritual, ante la particular batalla interior de un joven desesperado, desubicado interiormente, que ha perdido el sentido de su existencia. Con la radicalidad del empuje juvenil decide romper con todo al no poder convivir por más tiempo con la mentira que reina a su alrededor: el engaño de sus padres y la relación con ellos, el afán de bienes materiales, las necesidades impuestas por la sociedad, etc. Chris es un magnífico estudiante, que, como el mismo dice creer, "tiene la cabeza en su sitio", y es un ávido lector de una serie de autores íntegros, radicales y valientes, escritores cuyas obras memoriza y que son sus verdaderos padres espirituales: Lev Tolstoi, Henry David Thoreau, Jack London o Boris Pasternak, entre ellos. Y un buen día Chris desaparece. Necesita nacer de nuevo, y para eso tiene que dejar atrás el pasado, incluso su nombre verdadero. Ni cartas, ni teléfono, ni dinero. Sólo lo puesto. Abandona Atlanta y emprende una vida errante hacia el oeste y luego el norte de Norteamérica, en un periplo en el que recorre miles de kilómetros durante dos años. "Antes que amor, dinero o fama, dadme la verdad", repetirá con Thoreau.
El film se desarrolla en tres tiempos y lugares distintos: la primera es el punto de destino de Chris en Alaska, en donde vive como un héroe de novela de Jack London (autor de "Colmillo Blanco"), de lo poco que caza con su rifle y de la contemplación de la naturaleza; la segunda es de las diversas etapas de su trayecto (Dakota del sur, Colorado, California, Oregón, etc.), lo cual supone un hondo y fructífero itinerario espiritual gracias a las personas con las que coincide, con las que convive, a las que ayuda; y en tercer lugar, Penn inserta momentos de incertidumbre y dolor de la familia ignota, padre y madre que lloran a su hijo desaparecido, y de la voz en off de la hermana, cómplice en el fondo del camino emprendido por su hermano.
Penn dirige con mano sabia y pulso narrativo notable, y la fotografía y la música ayudan a recrearse en los maravillosos paisajes de Estados Unidos. Hay muchos momentos de serena belleza, de contemplación, de autenticidad, en esta historia que remite a clásicos que van desde "La odisea" de Homero, hasta "En la carretera" de Kerouac. Sin embargo, menos importancia tiene el trayecto geográfico que el camino espiritual, porque, como en el "Walden" de Thoreau, Chris busca la verdad, la verdad desnuda, desprovista de artificios. Es como un asceta en busca de la Verdad, con mayúsculas. Por eso las conversaciones que tiene con la gente que encuentra a su paso -memorable la maravillosa relación con el anciano Ron- resultan tan claves para su iluminación interior.
De todas formas, esos "pilares" del camino no impiden que, como el protagonista de Las aventuras de Jeremiah Johnson (dirigida por Sydney Pollack, 1972), Chris se sienta empujado obsesivamente hacia las montañas, hacia rutas salvajes, hacia el lugar ideal para encontrarse a sí mismo y entrar en la sabiduría anhelada: "La batalla culminante para matar lo falso y concluir la revolución espiritual".
(Algunos fragmentos fueron extraídos de internet)
Me olvidaba, siendo un fan de Pearl Jam, y por añadidura de Eddie Vedder. La banda sonora es espectacular, con la voz grave de Eddie Vedder dándole un buen peso a la película. Tiene un par de canciones que se te quedan grabadas, pero la Academia de Hollywood no pensaba lo mismo y ha ido a lo tradicional. Aquí les dejo una de esas canciones.